martes, 17 de mayo de 2011

A quien corresponda:

Hoy me fui a comprar unos zapatos de deporte a un centro comercial de Mánchester,  me los fui a comprar porque acabo de caer en la cuenta que mi pie derecho es más plano que una regla de madera; en fin, no escribo esto para darle a usted mi historial clínico.  Como le comentaba, me probaba un par de zapatos que parecían cómodos y se los quise mostrar a mi novia antes de comprarlos. Ella estaba del otro lado de la tienda y para no hacer la salvajada de gastar la suela y ensuciar los zapatos que aún no sabía si los iba a comprar, la llamé por mi teléfono móvil para que viniera. Justo llegó y yo con la emoción de chamaco para que me viera los zapatitos y me diera cierta opinión, dejé el teléfono sobre el banco donde me los estaba probando sin pensarlo mucho. Al final me apretaban un poquito y decidí mirar otro modelo. En ese momento nos levantamos del banco y fuimos al aparador que estaba a un metro de distancia a verlos. En esos escasos minutos, usted vio un teléfono Nokia y se lo llevó. Por lo que veo también lo apagó, pues le intente llamar y me pasó al contestador.  Me siento en la necesidad de informarle que el teléfono que se llevó justo terminará el servicio de contrato mañana. También le comento que cuando quiera encender de nuevo el teléfono le pedirá la clave de acceso a la tarjeta SIM y que desafortunadamente no podrá usar mi saldo. Le escribo para reprobar su comportamiento por no hacer lo correcto y no reportar el teléfono como perdido, o mínimo no apagarlo. Sí, le estoy a hablando a usted que se llevo un teléfono que ni es muy caro y que no podrá darle mucho uso. De verdad que no entiendo su manera de pensar tan rapaz. ¿Qué piensa al llevarse algo que no es suyo? Algo que tampoco vale mucho, un teléfono de hace 2 años. ¿Qué le pasa por la cabeza?  De verdad me da lástima pensar que usted, además de un teléfono con los números y fotos de amigos con momentos felices, no tiene nada.

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